Las estrellas no brillaban
esa noche, no en ese cielo, no en esa ciudad, no en ese momento.
Pese a la ausencia de
lluvia, la carretera estaba tan mojada que reflejaba los destellos enmascarados,
por la espesa humedad traducida en niebla, de los brillos ambarinos de las
farolas.
En la silenciosa calle solo
se oían cada cierto tiempo, de manera cíclica y exacta, el tono agudo de los
semáforos de peatones.
No serían más de las tres de
la mañana, cuando un coche conducido a gran velocidad, perturbo el calmo
“paraje” que era esa calle. En esa ciudad, en ese momento las ruedas chirriaron
y levantaron una leve película de agua al tomar la curva dirección a la ancha
avenida.
Los semáforos de esa calle
se pusieron en rojo y el juego de colores de la avenida se alterno de rojo a
verde, de verde a ámbar y de ámbar a rojo. El coche cruzo ajeno al simétrico
suceso, la niebla arañaba sus empañados cristales dibujando formas oscuras en
su interior.
Quinientos metros más
adelante, las luces verdes y azules de una farmacia se derramaban en los muros deslucidos
de un tosco y enorme edificio, las letras descuidadas que coronaban la entrada,
resaltaban por el brillo de los flexos de neón, “Hospital General Morales
Meseguer”.
Las puertas del hospital que
daban a esa calle, estaban cerradas por una verja de metal, así que el coche negro
giro a la izquierda, quedando tras él una estela roja dibujada por las luces de
freno. Durante la maniobra, el coche se debatió entre los altos muros blancos
de un colegio centenario a su izquierda y los enturbiados muros del hospital a
la derecha, finalmente la gravedad lo mantuvo en la carretera.
Unas brillantes luces
señalaban la puerta de urgencias. El coche giro a la derecha y subió sin
disminuir la velocidad por la inclinada y larga cuesta que llevaba a Urgencias
del Hospital Morales Meseguer.
Dos formas salieron del coche,
una parecía cargar con otra, que se aproximaba cada vez mas al suelo a cada
paso que daba. Las dos figuras entraron en la recepción del edificio de
urgencias anexo al hospital.
Una sala llena de sillas
adosadas, con aspecto aséptico y de suelos grises y pulcros se lleno de ruido
cuando una de las figuras comenzó a gritar de dolor. Los gritos eran de una
mujer, que llevaba un camisón blanco, tiznado de un oscuro rojo en las costuras
inferiores; la mujer agarraba con ambas manos la abultada tripa.
-Otra vez las contracciones-
dijo la otra figura. La voz era la de un hombre de voz angustiado, pero pronto los
gritos la amortiguaron tanto que se trasformaron en un susurro.
-No se preocupe, caballero,
nosotros la atenderemos- contesto la mujer de recepción, entre los alaridos de
dolor de la mujer.
Minutos después, una silla
de ruedas salía por la puerta de urgencias. La mujer con la tez cada vez mas pálida se sentó, su acompañante
la cogió de la mano y juntos se introdujeron tras las puertas que llevaban a
Urgencias.
Un enorme charco de sangre había
quedado ahí donde la joven había estado de pie, el viscoso y oscuro fluido
reflejaba las melancólicas luces de la sala de espera que se antojaban rayos
lunares.
Sentado en uno de los
incómodos asientos junto a una enorme cristalera, un extraño observaba el
suceso, sin inmutarse. Con su mano derecha apretaba una gruesa compresa de gasas
ensangrentadas en la frente y el ojo derecho. Su mano izquierda descansaba
sobre su regazo .
>>“Dos de enero”-
Penso- “queda menos de un año para el fin del mundo, este es un buen comienzo”.
Una ligera sonrisa se dibujo
en el rostro hinchado y ensangrentada del extraño de mirada iracunda. Salió de
su ensimismamiento cuando la mujer de recepción se le acerco.
-Miguel Bayo- La voz de la
mujer sonó áspera y agitada.- Ya puede entrar.
Una mueca de dolor atravesó
su rostro como un relámpago, despejo la húmeda masa sanguinolenta en la que se
había trasformado la compresa y descubrió una fea herida de un solo surco que
le cruzaba el ojo. derecho desde el nacimiento del pelo hasta la comisura del
labio. Al momento sonrió mostrando una perfecta dentadura de no ser por una
pequeña muesca en el incisivo superior izquierdo.
La cara estaba inflamada
pero sus rasgos marcados y sus ojos claro resaltaron con el color carmesí de la
sangre. No era muy alto, solo le sacaba una cabeza a la enfermera, pero su
porte atlético impidió que se mareara por la perdida de sangre.
Se dirigió hacia la puerta
de urgencias, tirando las gasas en una papelera antes de entrar. La sangre
comenzó a brotar de nuevo, pero esta vez lo hacia como si fueran lagrimas tibias
y veladas.
Pese al dolor su rostro
reflejaba la seguridad de los que saben que algo malo esta por llegar y que el
dolor no es mas que un síntoma de vida.
Cuando cruzó las puertas, en
dirección a las salas de cura, el reloj marco las tres de la madrugada, uno de
los flexos titilo y se fundió, y una explosión sirenas de ambulancia perturbó
el melódico y acompasado trinar de los semáforos de peatones.
Voy a tener que hacer como con las series: no leer hasta completar la primera temporada para poder descargarla completa y leerla del tirón, porque esto de tener que esperar durante una semana entera para saber cómo sigue la historia me tiene con el alma en vilo, jejeje!!
ResponderEliminarMe gusta mucho el inicio, Gonzalo, eres un artista!! Te estamos esperando, Antonio... :)