jueves, 11 de junio de 2015

Capítulo 12: "Una vez me contó un amigo común que la vio... donde habita el olvido..." Joaquín Sabina (Donde habita el olvido)

-¡Hey Bonilla! ¿Cómo estás? ¿Cómo va ese brazo?
<<Pues ahí voy, chaval, si no ha sido para tanto. Pero ya sabes como es esto. Enseguida te obligan a estar encerrado en casa guardando reposo... ¿Y tú qué? ¿Has salvado a alguien más últimamente de algún edificio en llamas?>>.
-No. Contigo me basta por ahora —rió Rubén al tiempo que una joven camarera dejaba en su mesa un tercio de estrella de levante. Rubén se lo agradeció con una mueca y ella respondió con una sonrisa aséptica.
<<Te debo la vida chaval, que lo sepas>>.
-Bueno, bueno. Tú hubieras hecho lo mismo por mí —"o eso quiero creer", pensó Rubén.
<<Sí claro, pero en este caso lo hiciste tú, así que no te quites méritos. En fin, dejemos los sentimentalismos a un lado, ¿me has llamado sólo para ver cómo estoy o hay alguna novedad? ¿alguna nueva orden de arriba? Dime que sí porque aquí aislado entre estas cuatro paredes me voy a volver loco de aburrimiento>>.
-Por ahora no, con la muerte del Inspector Castilla y el colegio mayor reducido a escombros, la investigación ha quedado oficialmente en pausa. De momento... —se llevó el tercio a los labios y dio un trago.
<<Tal vez sea lo mejor chaval, el asunto se estaba poniendo muy feo... Y yo ya estoy mayor para estas cosas>>.
-Puede que tengas razón —contestó Rubén algo pensativo—, tal vez sea lo mejor... Oye, en el cuerpo estamos todos deseando tu vuelta. Se te echa de menos.
<<Pues estáis de suerte porque en unos días estoy allí de nuevo metiéndoos caña. ¡No os vais a librar de mí así como así!>>.
-¡Pues eso es una gran noticia! ¡Mejórate! ¡Y guarda reposo! —dijo Rubén con tono divertido, sabiendo la reacción que estaba apunto de desencadenar con su comentario.
<<¿Tú también con esas? ¡A la mierda el reposo!>>.
Y colgó.

Rubén suspiró profundamente y con una sonrisa en la cara dejó el teléfono sobre la mesa, volvió a llevarse el tercio a la boca y dio un largo trago. Eran las diez de la noche y, para ser jueves, no había mucho ambiente en la calle. Los universitarios estaban en plena época de exámenes y eso enseguida se notaba en los bares. De pronto un pensamiento cruzó por su mente y le borró la sonrisa. Se echó mano a la cartera y de ella sacó la fotografía. No sabía muy bien por qué, pero algo le impulsaba a comenzar a buscar en serio a la chica de la fiesta de Nochevieja. Y más aún después de la extraña ensoñación que tuvo en el colegio mayor. Le había parecido todo tan real...

¿Y qué relación tenía ella con lo sucedido en el colegio mayor? ¿Por qué le advirtió de que Bonilla estaba en peligro? ¿O fue sólo casualidad? Un requiebro caprichoso del cerebro tal vez... Rubén hacía tiempo que dejó de creer en las casualidades. Ahora prefería centrarse más en las causalidades. Había tenido dos experiencias con esa chica, y apenas era capaz de discernir si alguna de ellas o ambas habían sido reales o producto de su imaginación. Lo que estaba claro es que esa chica existía...

Así que necesitaba encontrarla. Y para ello, la única pista que tenía era esa antigua fotografía que había encontrado en un cajón de su casa, en la que salía él con su ex novia en el pub Refugio hará unos seis años. Tras largo rato escrutando el rostro de la chica, cuando ya iba a dejar de mirar la foto, su mirada pasó levemente por la cara de su ex. Y entonces se dio cuenta. Ya se había olvidado de que Rocío estaba ahí. Hace unos años habría sido incapaz de mirar esa fotografía sin notar cómo un puñal afilado y oxidado se le clavaba en el pecho. Y ahora en cambio, ni había reparado en ella... Rubén no dejaba de sorprenderse (y alegrarse) de cómo, por mucho que en un primer momento el mundo se te venga encima y creas que nunca serás capaz de superar algo, finalmente con los años se logra pasar del insoportable dolor a la más absoluta indiferencia hacia alguien que una vez lo fue todo en tu vida. Pero el tiempo lo cura todo, dicen. Y así era. Y Rubén lo había comenzado a comprobar en sus propias carnes hacía relativamente poco. Y eso le hacía sentir bien. "¿Quién sabe?", pensó, "A lo mejor hasta podemos llevarnos bien algún día". Y aquel pensamiento le produjo una mezcla de incredulidad y de satisfacción consigo mismo.

Miró su reloj. "Bueno, ya es la hora", pensó. Guardó de nuevo la fotografía en la cartera, sacó unas monedas que dejó en la mesa, cogió el teléfono y salió del Café Zalacaín en pleno centro de la ciudad, para iniciar rumbo a un garito no muy lejos de allí, al que hacía unos seis años que no iba.

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Apenas llevaba una semana allí y ya empezaba a acostumbrarse a los golpes. Sonaban a cualquier hora del día, aunque mucho más por las noches. Había conseguido integrarlos en su rutina cotidiana. Eran la banda sonora de su nueva vida. A veces eran más fuertes, hasta creer que la pared se acabaría viniendo abajo. Otras mas flojos. A veces el ritmo era vertiginoso y otras más pausado. Y luego estaban los jadeos y los gritos...

No era agradable vivir pared con pared con una 'casa de citas'. Pero lo cierto es que cuando Miguel vio el cartel de 'SE ALQUILA' y comprobó que el precio era más que asequible, ya intuyó que alguna pega tendría el piso. Y dentro de lo que cabe, ésta no era de las peores que se podía haber encontrado. Tampoco estaba para elegir. Su prioridad era ponerse a cubierto cuanto antes, y alejarse ambos, él y el libro, de aquella maldita niña.

Llevaba toda la semana encerrado en ese destartalado piso de la calle Gavacha. El miedo le había impedido salir a la calle. Pero la comida y otras cosas de primera necesidad empezaba a escasear. Alguna vez tendría que armarse de valor y salir. Al cuarto día de estar allí encerrado ya había conseguido dejar de temblar, pero aún no había logrado dormir más de un par de horas por las noches.

Miró el reloj y vio que eran las ocho de la tarde. "Aún me da tiempo a bajar al supermercado a comprar algo de comida", pensó. Se armó de valor y se incorporó del sofá. Y cuando salió del comedor y se internó en el pasillo en dirección a la puerta...

¡¡¡RIIIINNNGGG!!!

El sonido del timbre retumbó en toda la casa. Era un sonido típico de timbre, como el que hay en millones de casas, pero a él se le antojó el sonido más aterrador que había escuchado nunca. Quedó paralizado en mitad del pasillo. Con el vello de punta, la piel de gallina y con el corazón en la garganta.

¡¡¡RIIIIINNNGGGG!!!

Volvió a sonar el timbre, y Miguel juraría que esta vez lo hizo mucho más fuerte que la vez anterior.

miércoles, 21 de marzo de 2012

AVISO IMPORTANTE

Por motivos de falta de tiempo, a partir de ahora, el proceso seguirá la misma filosofía que hasta ahora sólo que no existirá la imposición de tener que publicar cada uno en una semana sino cuando cada uno pueda :P

Ya os avisaremos nosotros cuando haya un capítulo nuevo.

Disculpad las molestias ocasionadas :)