Nadie pasaba por la estrecha calle en ese momento, todo estaba
en silencio, no había ruido de motores de coches, no había conversaciones en
las aceras, solo el amortiguado y lejano ajetreo de la vida que fluía en las
calles colindantes. Quizás si escuchabas con detenimiento podía oírse una
canción que salía de alguna de las ventanas del colegio mayor que daban a esa
calle. Todo parecía normal, un medio día mas de entresemana,
pero la explosión trastorno la normalidad.
Miles de fragmentos de cristal se derramaron en el oscuro
asfalto, y de los huecos vacíos que habían dejado las ventanas de cristal empezaron
a salir torres de humo negro y gris. El despejado día comenzó a oscurecerse en
esa calle y en un segundo el silencio de la calle se trasmuto en gritos provenientes
del interior del Colegio Mayor y ruidos de las alarmas de los locales cercanos. Aunque si se prestaba especial atención en medio del caos que se exacerbo al llegar las
ambulancias, los coches de policía y los camiones de bomberos, se podía
escuchar una canción proveniente de alguna radio que estaba encendida en alguna
de las habitaciones del Edificio.
Segundos antes de todo aquel destello de sirenas, sonido de
explosiones y oleadas de miedo, Miguel estaba durmiendo en su cuarto, no fue el
sonido seco de la explosión lo que le despertó, fue el fuerte golpe de la onda
expansiva que quebró la persiana de su habitación.
Abrió los ojos sin saber muy bien que estaba sucediendo, la
habitación estaba iluminada por los frágiles destellos de sol que se colaban
por la quebrada persiana, intento abrirla pero era completamente imposible, la
luz tampoco funcionaba, un hilillo de humo negro empezó a colarse bajo la
puerta del pasillo y un fulgor rojo comenzó a impregnar la delgada línea que
tenía en la parte inferior la puerta.
Lo primero que se le paso por la cabeza fue coger el libro,
eso que tanto tiempo había buscado y que había escondido junto a las mantas,
ese tesoro que había absorbido toda su existencia en los últimos días. Argumosa
le había dicho que si algo podía salvarlos era el secreto que ese libro
escondía, que era la única arma con la que podían contar por el momento.
Cuando movió las mantas descubrió que no estaba ahí y su
corazón se congeló durante unos segundos, una fuerte punzada de dolor le golpeó
y los ojos se le nublaron, todo estaba perdido, el libro había desaparecido.
Angustiado y algo mareado por el humo que empezaba a inundar
la pequeña habitación, decidió salir a ver que estaba sucediendo e intentar
descubrir que había sucedido con el libro, pero al empujar la puerta algo impedía
que se abriera, la golpeo varias veces, hasta que sonó un crujido “húmedo”, quedando
lo suficientemente abierta como para que Miguel se deslizara al pasillo.
Un tétrico panorama se mostró ante el joven, tumbada junto a
la puerta como un muñeco de trapo estaba el cuerpo de Eva, todavía llevaba la
mochila colgada del hombro y entreabierta…
Esa imagen o el humo que conquistaba a gran velocidad el
edificio, hicieron que los ojos de Miguel se llenaran de lagrimas. El tiempo
pareció detenerse mientras que observaba el delicado cuerpo de la joven. La
parte izquierda estaba completamente quemada, aun asomaban pequeñas llamas
entre las piel agrietada y ennegrecida que se mezclaba con la ropa, haciendo
distinguir lo uno de lo otro. El rostro aún mostraba una liviana sonrisa, un
fuerte golpe en la sien derecha se la había llevado sin que ella se diera
cuenta. Algo de su mochila llamo la atención de Miguel y la pena de ver a la
pobre Eva en ese estado se transformo en alivio y miserable alivio que le hizo
asquearse de si mismo. Pero a veces mente y corazón actúan por separado y el
alivio de su mente fue mas fuerte que la pena de su corazón.
Cuando cogió el libro el tiempo pareció acelerarse, de
repente Miguel estaba rodeado de los estudiantes que corrían buscando una
salida, en medio de ese infierno de humo fuego y gritos.
Se dirigió hacia las escaleras buscando la salida de
emergencias y entonces la vio, de pie e impasible, en las escaleras que subían
al edificio superior, parecía disfrutar de lo que estaba sucediendo. Tenia el
pelo largo y rubio y unos enormes ojos que se deleitaban con la miseria y el
miedo que la rodeaban. Ella se dio cuenta de que el la miraba y le sonrío
segundos antes de salir corriendo hacia el piso superior.
Miguel la había visto antes, sabía quien era y de lo que era
capaz y sabía que ella era la responsable de lo que estaba sucediendo, sin
darse cuenta apretó contra su pecho el grueso libro de tapas negras, minutos después
cuando ya se encontraba en la calle inundada de fragmentos de cristal, ropa,
madera y folios de apuntes, el dolor producido por las duras tapas del libro se
hizo patente.
No todo estaba perdido, pero ella sabía que tenía el libro y
no lo permitiría, tenía que esconderse o por lo menos dejar a buen recaudo el
libro, para tener tiempo para estudiarlo. Apretó con fuerza los dientes y cerro
los ojos que le escocieron como si se tratara de una herida en carne viva.
“Siempre hay una esperanza, siempre se puede mejorar, ¿verdad?”.
Pensó Miguel antes de que sus vacíos ojos negros se llenaran de lagrimas al
recordar a Eva, o quizás solo fuera una reacción a la sequedad producida por el
humo.
_______________________________________________________________________________
La gente se agolpaba en la calle como las hormigas, cuando
encuentran un cadáver y empiezan a desmembrarlo, los cuerpo de seguridad
intentaban acordonar la zona, pero la curiosidad y el morbo del desastre atrae
a los humanos como la miel a las moscas. Desde arriba todo se veía con mas
claridad, por eso había subido, para verlo todo con mas claridad.
Las torres de humo que salían de las ventanas tenían cierta
belleza y los cuerpos muertos de los que se nutrían les conferían cierta magia,
o eso pensaba ella. Ahí en lo alto todo era claridad y el aire estaba limpio,
tomó una bocanada de aire y la felicidad la inundo, tanto que soltó una calida y jovial carcajada.
Se sentía feliz, todo marchaba a la perfección, comenzó a
girar sobre si misma, colmada de felicidad, su pelo rubio parecía danzar al son
de un viento invisible venido desde lo mas profundo de su ser y si alguien la
hubiera visto, sonriente, feliz, perfecta, abría caído rendido a sus pies. Parecía bailar al son de la canción que se escapaba de una de las habitaciones del "Colegio en Llamas"