domingo, 5 de febrero de 2012

Capítulo 6: "Amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño." Joaquín Sabina.


“De Tuin der Lusten”. Las palabras resonaban en su mente una y otra vez aunque no le decían nada por más que se esforzaba en analizarlas. Estaba casi seguro de que nunca las había escuchado o leído. Sin embargo con la imagen del cuadro le pasaba todo lo contrario. Lo había visto en innumerables ocasiones en las páginas de algún libro de arte o en alguna enciclopedia.

Fue a su cuarto y se sentó en la cama. Aún estaba algo aturdido por la horrible pesadilla que acababa de tener. Le había parecido todo tan real...

Entonces su vista se posó en la mesita que había junto a la cama. Concretamente en el último cajón de ésta. Llevaba cerca de cuatro años sin abrirlo. Ni si quiera cuando se marchó un tiempo fuera de Murcia, e hizo limpieza en la casa, fue capaz de abrirlo. Ahora, cuatro años después, pensó que ya era hora de cerrar definitivamente aquel episodio de su vida.

Al abrir el cajón salieron a su encuentro varias fotografías, tarjetas de esas que se regalan en ocasiones especiales, y varios sobres. En las fotos salía él con su exnovia Rocío en muy diversos lugares y situaciones. Rubén se sorprendió al notar que lo que sentía viéndolas ya no era aquel dolor insoportable que le atravesaba el alma que sintió cuando las estaba guardando hace cuatro años. Lo que sentía ahora era una sensación dificil de explicar. Una mezcla de nostalgia, cariño, e incluso algo de indiferencia. Resulta muy curioso como el tiempo lo acaba diluyendo todo.

Abrió uno de los sobres y extrajo la carta de su interior. Una leve sonrisa se le dibujó en la cara mientras leía aquellas frases que Rocío le escribía cuando apenas empezaba la relación. Era todo tan bonito, tan ilusionante, tan desenfrenado, tan... lejano. “Cómo cambian las cosas en apenas 3 años”, pensaba Rubén. “¿Cómo se pasa de ser ‘el amor de su vida’ a ‘necesito estar sóla’?”. El caso es que la relación se terminó una fría tarde de diciembre. Rocío lo dejó, y él cayó en una profunda depresión de la que le costó varios meses salir. Después de aquello, no había vuelto a verla.

Ahora todo había cambiado en su vida. Ahora era el momento de deshacerse de todo eso. Comenzó a romper las cartas y los sobres. Luego hizo lo mismo con las fotografías. Una a una, las fue rompienzo todas. Tres años de su vida quedaron sobre la cama hechos pedazos. Un mosaico de caras y cuerpos de papel cruelmente mutilados.

Quedaba una foto que no había visto. La cogió y vio que estaban él y Rocío sentados en una mesa de un pub llamado Refugio, un sitio muy frecuentado por universitarios. A simple vista era una foto más, como tantas que acababa de romper, pero en esta vio algo que le hizo dar un brinco. En la parte derecha, detrás de la barra, había una camarera rubia que Rubén reconoció de inmediato. Era ‘ella’. La chica de la fiesta de Nochevieja.

Intentó deducir de cuándo sería esa foto y llegó a la conclusión de que tendría que ser sobre el año 2006. Seis años era demasiado tiempo para que la chica siguiese trabajando allí. Pero al menos era una pista para comenzar su búsqueda.
Estaba Rubén sumido en estos pensamientos cuando sonó el teléfono móvil y le hizo volver al presente. Era Bonilla.

─Dime.
─Rubén, prepárate que paso a por ti en 20 minutos.
─¿Qué ha pasado?
─Una muerte misteriosa. ¿Qué tal se te daban los estudios?
─¿Qué? ¿De qué me hablas?
─Ponte guapo y coge tu mochila chaval, ¡volvemos a la universidad!

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